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Etapa VI: El Lago Myvatn





Dejamos Húsavík con pena, ya que el sitio era muy tranquilo y por fin estaba haciendo buen tiempo, pero a Islandia no se viene a descansar, sino todo lo contrario, por lo que cogimos de nuevo carretera y nos fuimos en busca del lago Myvatn, o traducido al español, “el lago del mosquito”.
Dicho así el nombre no atrae mucho, ya que piensas que te van a machacar los mosquitos, pero cuando lo ves, te das cuenta que merece la pena visitarlo.
Además, a pesar de su nombre, no tiene más mosquitos que cualquier pantano nacional, o al menos, los mosquitos que hay allí son menos cabroncetes que los españoles, lo que te hace parecer que son menos...

El lago está situado a unos 50 Km al sur de Húsavík, y tiene una dimensión de unos 37 km².
Sin embargo, lo más importante de esta zona no es el Lago, sino las estructuras volcánicas que hay en sus alrededores.
Esta es una zona excepcional para los amantes del senderismo, ya que hay numerosas rutas que realizar, y aunque parezca mentira, para ser Islandia, no están demasiado mal señalizadas.

Cómo decía antes, la zona es conocida por su actividad volcánica, la pasada y la actual...
En este lago podemos encontrar los llamados pseudos-cráteres de Skútusstaðir y los campos de lava de Dimmuborgir.
Los pseudos-cráteres son llamados así, ya que son cráteres que nunca llegaron a expulsar lava, pero que se formaron por erupciones volcánicas que se produjeron bajo el lago, al entrar en contacto la lava con el agua.

Los campos de Dimmuborgir es una extensa área de campos de lava que se encuentra al este del Lago, y por la que se pueden hacer excursiones a pie. Se pueden encontrar raras formaciones y cavernas, y en las leyendas islandesas se relaciona a este lugar con la entrada al infierno y con gnomos y duendes.

Es normal estas leyendas, ya que la actividad sísmica de la zona es altísima, lo que provoca, aparte de las erupciones volcánicas esporádicas, sulfatas o solfataras, campos de azufre, terremotos...

La última erupción de un volcán en esta zona se dio el Krafla, en 1984. Allí podemos admirar uno de los cráteres más famosos de Islandia, el Víti, que alberga un lago de aguas verdes en su interior.
La traducción de Víti sería infierno, por lo que es fácil imaginar lo que tuvieron que ver allí la gente que le pusieron ese nombre...

Ni que decir tiene que no te puedes ir de Islandia sin haber subido un volcán...
Uno de los más recomendables es el Hverfjall, ya que guarda una apariencia casi perfecta. Vamos, que cuando a Steven Spielberg le de por hacer una peli de volcanes, no dudeis que irá a rodarla al lago Myvatn.

Hverfjall se originó en una erupción hidromagmática (es decir, al entrar en contacto el magma con el agua), que tuvo lugar en el antiguo lago Mývatn hace unos 2700 años. Mide de 90 a 150 metros de altura (dependiendo de la cara) y el diámetro de su cráter es de 1Km circular casi perfecto.
Este volcán se ve desde cualquier parte del lago, y tiene una atracción especial. No sabría como explicarlo, pero te entran unas ganas locas de subir para ver que hay dentro...
El primer día de estar en la zona decidimos ir a subirlo.
Dejando el lago justo a nuestras espaldas, comenzamos una ruta a pie muy entretenida, ya que se tienen que salvar extrañas formas rocosas de lava, y en algún momento del paseo, llegas incluso a perder de vista el volcán.
La ruta no es demasiado exigente, por lo que recomendamos hacerla a todo el mundo...

Al llegar al pie del volcán nos encontramos un pequeño problema... estaba anocheciendo...
No es que tengamos miedo a la oscuridad, pero dado que estábamos aprovechando uno de los pocos días en los que pasamos calor en Islandia, nos habíamos dejado todo el equipo en el coche. Sobre todo, se echaba de menos llevar algunas linternas para el regreso...
Comenzamos entonces una discusión acerca de si subir ese día o dejarlo para la mañana siguiente...
En ese momento, una de las personas que regresaba de la cima del volcán se paró y nos habló en perfecto castellano... “Yo creo que os da tiempo subir y regresar, pero vais justos de tiempo...”
Alegres de escuchar una “voz amiga”, charlamos unos minutos con él, y decidimos dejarlo para el día siguiente...
Nuestro interlocutor era vasco, y si él decía que íbamos justos era más bien que no nos iba a dar tiempo...

Al día siguiente regresamos al lugar y subimos. Vaya si subimos...

La primera parte de la subida es la más complicada, ya que no hay ningún tipo de camino...
Los islandeses han puesto cada 10 o 15 metros unos hierros clavados en la arena a modo de picas, y unidos todos ellos mediante una cuerda para ayudarte en la subida...
Dicho esto, parece fácil, pero no lo es del todo...
Lo que llamábamos arena era en realidad ceniza volcánica muy fina, lo que provocaba que los hierros apenas tuvieran consistencia en su anclaje. Si intentabas subir agarrándote a la cuerda, lo que conseguías era que el hierro más cercano se saliese del agujero y acababas en el suelo con la cuerda en la mano...
Por tanto, lo más inteligente era ir haciendo pequeños zig-zag, aunque los píes se te incrustaban hasta el tobillo en la arena, y el esfuerzo era doble...

Pasada la primera parte de la subida, se llegaba a una zona con una consistencia mayor en el piso, lo que ha permitido que se cree un camino artificial con los años ante las pisadas de la gente...
Era curioso que cuando se llegaba a esta zona, las picas de hierro y la cuercedita dichosa se acababan, justo cuando mejor resultado hubiesen dado...
En fin, con el suelo más firme, y un camino en zig-zag reduciendo la pendiente, fue muy sencillo subir. La única pega estaba en que la primera parte de la subida era tan exigente, que hacía que esta última parte se hiciese larga e interminable, cuando en realidad debería haber sido un paseo...
Os aseguro que cuando llegas arriba, estás sudando “la gota gorda”, independientemente del clima exterior...
Bueno, al fin en la cima del volcán... Tanto esfuerzo, y todo para ver... un cráter lleno de piedras y arena a unos 30 metros por debajo de nosotros...
A lo largo de los años, la gente ha ido bajando hasta el cráter, y ha escrito sus nombres o sus eslóganes con piedras, de modo que todo aquel que suba hasta allí lo vea desde lo alto.
Nosotros no estábamos para aportar nada a la humanidad en esos instantes...
Nos bastaba con estar allí, y admirar todo el entorno desde las alturas...
El volcán se convirtió en un mirador natural improvisado desde el que podíamos apreciar en su totalidad el lago del mosquito. Si girabas 180º podías ver también las columnas de humo que salían de la tierra en las zonas de las sulfatas de Krafla.

Aunque creo que ya lo he comentado en alguna otra crónica de este viaje a Islandia, una miembro del equipo estaba embarazada en el momento del viaje, por lo que su “pequeña escalada” al volcán tiene mayor mérito que la de los demás...
La verdad es que a todos nos vino muy bien llevar a una embarazada en el grupo...
De esa manera podíamos reducir el paso y gritar “¡¡¡ No te preocupes que te espero!!!”
Sin embargo en tu interior pensabas: “Que coño te voy a esperar, si me paro es porque no puedo ni con mi alma...”
Cómo he dicho antes, la subida al volcán puede hacerla cualquier persona con un mínimo de preparación física, pero era algo de lo nosotros no estábamos demasiado sobrados...
De hecho, en plena subida hubo un momento que nos llegamos a sentir cómo Tony Rominger en el Tour de Francia, ya que una pareja de noruegos nos pasó a la misma velocidad que lo hacía Miguel Indurain con este pobre segundón...

Bueno, volviendo a lo del mérito de la compañera embarazada, en unos años podremos contar al pequeño, que él estuvo en el cráter de un volcán apagado antes de salir al mundo exterior...
Pero no sólo podremos contarle eso... en este viaje todavía quedaban muchas cosas por hacer... Pasear por un glaciar, navegar entre icebergs, ver un geiser en acción...
Eso os lo contaremos en futuras etapas de nuestro cuaderno de bitácora...

Antes de finalizar esta etapa, no quiero olvidarme de hablar un poco más acerca de las sulfatas...
Para quien no lo haya visto nunca, es difícil imaginar a la tierra echando humo por uno y otro sitio sin ver ningún tipo de llama o fuego alrededor...
Además, al pasear por la planicie por la que se dan todas estas sulfatas, ves a la tierra “escupir” burbujas de un líquido gris asqueroso con un olor tremendo a sopa de sobre...
Hablando de sopa de sobre... Si alguna vez vais a Islandia, podéis probar a haceros una sopa de sobre (la típica Sopinstant) con el agua caliente que sale de cualquier baño...
En serio, el agua caliente de casi todos los baños de Islandia no pasa por ningún calentador o caldera, sino que viene de los propios manantiales de agua hirviendo que salen de la tierra, y finalmente llega a los hogares a tal temperatura, que puedes hacerte la sopa de sobre sin necesidad de calentar el agua... Vamos, acojonante...

Bueno, cómo seguro que no os he descrito adecuadamente las sulfatas estas, os ponemos el siguiente video que grabamos allí:





Continuará...

El equipo de ViajarWeb.

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