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Etapa III: Península de Snaefellness




El verdadero viaje a Islandia comenzaba ahora...

Salimos de Husafell (aquí os recomendamos pasar un par de días, ya que es un sitio bastante bueno, y sobre todo si lleváis 4X4 se pueden hacer algunas rutas espectaculares), y nos dirigimos hacia la península de Snaefellness.
Esta península es conocida por ser el punto de partida del libro “Viaje al centro de la Tierra” de Julio Verne.
No se si habréis leído algún libro de este genio francés, pero para el que no lo haya hecho, recomendarle encarecidamente este libro, sobre todo si después vais a viajar a Islandia. La verdad es que la descripción de los paisajes islandeses que hace Verne en su libro escrito hace casi 150 años, no se diferencia en nada de lo que podéis ver actualmente.
Además, para quien piense que es un autor juvenil, hay que decirle que sus libros tienen gran documentación científica, y que este hombre era un “adelantado” a su época, que perfectamente se podía haber dedicado a la ciencia en vez de a la literatura...
En “Viaje al centro de la tierra” aplicó sus conocimientos en geología, mineralogía y paleontología. Las detalladas descripciones de animales antediluvianos maravillaron a los expertos, poniendo de manifiesto su extraordinaria intuición científica.

Volviendo al viaje, os recomendamos “dar de beber a los caballos”, que es otra manera de decir, llenar el depósito cuanto antes...
Esta recomendación os la haremos varias veces en estas rutas, pero todas ellas son ciertas... No hay que fiarse nunca, ya que la próxima gasolinera puede que esté a 200 o 300 Km.
Si lleváis 4X4, esta recomendación es todavía mayor, ya que podréis ir por rutas por dónde no hay NADA ni NADIE (en caso de 4X4, la opción de unos cuantos bidones de reserva es muy buena...)

Bueno, una vez que hemos cogido el libro de Verne, y que hemos repostado, sólo nos queda por hacer kilómetros...

Al alejarnos de Reykiavik, e ir hacia la península de Snaefellness, podemos tomar dos rutas:
1- Una es rodear la costa, e ir admirando el mar a su paso.
Si nunca habéis estado en Noruega, los fiordos islandeses os encantarán, pero si ya habéis estado, comprobaréis que no tienen nada que ver con los noruegos...

2- Seguir recto, y “adentrarnos” con el coche por debajo de los fiordos.
Esta segunda opción es posible gracias a un túnel de 5,6Km de longitud que atraviesa el fiordo de Hvalfjörður.
Este túnel fue construido entre 1996 y 1998 y es una de las grandes infraestructuras llevadas a cabo por los islandeses. En su travesía, llegamos a estar a 165 metros por debajo del nivel del mar...
La única pega de atravesar este túnel es que es de peaje, con un coste de 1000 ISK.

Nuestro equipo quiso atravesar el túnel, y paradójicamente ese trayecto se convirtió en un túnel del tiempo... Pasado el túnel se dejaban atrás las grandes obras creadas por el hombre para descubrir las grandes obras de la Naturaleza...
En esta regresión en el tiempo, descubrimos grandes paisajes, cascadas, caballos en semi-libertad, granjas alejadísimas entre sí...
Parecía que habíamos vuelto a la época en la que Verne escribió “Viaje al Centro de la Tierra”, y sus personajes viajaban en caballos y burros desde Reykiavik hasta el volcán que da nombre a la península de Snaefellness...

En una de esas cascadas que surgían de la nada, decidimos parar y admirar su belleza...
Un alegre amiguito de 4 patas salió de la nada y nos acompaño en nuestro paseo...
Para él parecía un día de fiesta: seguramente no estaba acostumbrado a que ningún coche parase allí, a algunos kilómetros de su granja, y decidiesen pasear a su lado...
Eso nos hizo recapacitar de lo que sería vivir allí...

Si os gusta montar a caballo, os recomendamos parar en cualquiera de estas granjas, ya que en la mayoría de ellas se puede contratar un viajecito a lomos de los pequeños, pero aguerridos caballos islandeses.

Una vez llegados a la península de Snaefellness, paramos a ver el “Gigante” de los acantilados y la mayoría de aves que viven en ellos...
Se pueden avistar más de doscientas especies de aves (frailecillos, pigargos, halcones, halcones gerifaltes...). Ni que decir tiene que la frase anterior está copiada de la Wikepedia, ya que nuestro equipo no tiene ni idea de lo que es un halcón gerifalte...

Si eres aficionado a la ornitología, esta zona para ti es un paraíso, pero una advertencia... Aquí no hay límites turísticos...Un mal paso, o una ráfaga de aire más fuerte de lo normal te pueden llevar al fondo de los acantilados...
No es de exagerar si decimos que es posible que no os encontrasen nunca, ya que, en según que épocas del año, la afluencia de turistas no es muy grande en esta zona...

Para que os hagáis una idea de la cantidad de aves que residen en esta zona os diremos lo siguiente: Existen en estas carreteras señales de peligro con un ave pintada en su interior... Fue una pena que no fotografiásemos ninguna (si alguno lo habéis hecho, por favor, enviadnos la instantánea a nuestro e-mail: viajarweb@gmail.com)

Después de pasear junto a las aves se puede hacer dos cosas:
1- Ir hacia el pueblo de Olasvik subiendo parte del volcán Snæfellsjökull.
2- Rodear la costa.

Nuestro equipo quería hacer las dos cosas, por lo que, a la ida fuimos por la carretera que asciende parte del volcán.
Con una altitud de 1446 metros sobre el nivel del mar, es una de las montañas más altas de la península, con la característica, incluso, de poseer un glaciar en su cima. El volcán puede ser visto en días claros desde Reykjavík, a una distancia aproximada de 120 kilómetros.
Cómo ya avanzamos antes, esta montaña es conocida, a su vez, por ser el enclave donde se desarrolla la novela del autor francés, Julio Verne-Viaje al Centro de la Tierra.
Esta carretera se puede hacer con un turismo, siempre y cuando las condiciones meteorológicas sean favorables.

Al pasar al otro lado del volcán, llegamos al pueblo de Ólafsvík. Este pueblo tiene algo más de 1000 habitantes y se dedica sobre todo a la pesca.
Cuando nosotros llegamos no había nadie por las calles. Pudimos ver que no se trataba de un pueblo fantasma, ya que había una especie de cafetería que hacía las veces de oficina de turismo, dónde se informaban una pareja de extranjeros...

Dimos un paseo por su puerto, y visitamos su iglesia. Es una mole nueva que impresiona para el poco pueblo que tiene a sus píes...

Lo mejor era ver las cataratas naturales que se formaban en la montaña procedentes del glaciar, y que parecían caer sobre la parte alta del pueblo...

Ni que decir tiene que enseguida tomamos de nuevo el coche y decidimos rodear la costa por si veíamos algo interesante, y vaya si lo vimos...

Antes de salir de allí, vimos un pequeño museo de pescadores de la zona y decidimos entrar. No podemos citar nada demasiado importante del museo, salvo que utilizamos las instalaciones para recargar nuestras garrafas de agua potable...
Lo mejor del museo estaba fuera, es decir en su jardín, ya que era un campo de lava de alguna antigua erupción de nuestro amigo Snæfellsjökull.

Cómo digo regresamos de nuevo al coche y comenzamos a bordear la costa de la península sin saber qué nos íbamos a encontrar...
La carretera no se puede decir que fuese buena, ya que estaba compuesta de arena de lava y piedras, pero al estar compactada, era lo suficientemente aceptable para conducir a unos 60Km/h. Además, no teníamos demasiada prisa, ya que las vistas merecían la pena... Por un lado teníamos el mar golpeando los acantilados, y al otro, el glaciar/volcán al que no se le veía la cima por albergar unas nubes compactas. En definitiva, toda la tierra que separaba el mar y el volcán era fruto de una antigua erupción.

Sin embargo, llegamos a un punto en el que estaban haciendo obras en la carretera...
Nos detuvimos detrás de un pequeño Toyota Yaris de tres puertas que seguramente pertenecía a otros turistas, y lo que vimos allí fue increíble...

Una gran excavadora cogía paladas y paladas de tierra de los bordes de la carretera, y lo iba distribuyendo encima de los huecos que se habían formado en el piso...
Al cabo de unos minutos, dejaba de coger tierra, y utilizada la misma pala a modo de rastrillo para alisar la nueva tierra encima de la carretera.
Hasta aquí todo puede parecer normal...
Yo miraba a mi alrededor esperando ver la aparición de una apisonadora que dejase compactada los nuevos metros cúbicos de tierra que habían hecho “crecer” la carretera en unos 40 centímetros con respecto al piso por donde habíamos venido, pero nunca apareció esa apisonadora...
Al cabo unos 10 minutos, cuando el buen hombre de la excavadora acabo de “distribuir” la tierra, nos dio paso con un gesto enérgico, cómo diciendo que no estaba dispuesto a peder del día.

Ni corto ni perezoso, el pequeño Toyota “rugió” como nunca lo había hecho, para intentar salvar esos 30-40 centímetros de nuevo desnivel que había en la carretera.
Una vez arriba, quedaba la no menos difícil tarea de evitar que las ruedas se clavasen literalmente en la tierra, cómo les pasa a los participantes del Dakar en las dunas mauritanas.

Una vez que comprobamos que el Yaris ya nos llevaba unos 50 metros de ventaja, comenzamos nuestro rally... Y menos mal que le dimos esos 50 metros, ya que comprobamos que las piedras volcánicas salían disparadas de nuestras ruedas motrices a una velocidad increíble. La mayoría de ellas nos golpeaban a nosotros mismos (desventajas de tener ruedas motrices delanteras), pero otras se lanzaban en búsqueda del coche que venía detrás de nosotros...

Iban pasando los metros, y nos dimos cuenta que nos estábamos acercando demasiado al Yaris a pesar de no haber metido ni siquiera la segunda marcha...
No voy a decir que nuestro Citroën no lo pasó mal, pero tenía algunos CV más que el Yaris, y eso se notaba en estas superficies...

Después de 3-4 minutos angustiosos, decidimos meter segunda para evitar que el motor saltase por los aires... Además, no se veía demasiada mejoría en la carretera...
Durante esos largos minutos se habló de regresar por donde habíamos venido, pero finalmente llegamos a una conclusión: Si el Toyota que va delante puede hacerlo, nosotros también...

Finalmente, pasados al menos 15 minutos (quizá fueran menos, pero a mi se me hacían eternos), llegamos en un punto en el que la tierra comenzaba a estar mucho más compactada, e incluso pudimos meter la tercera.
La razón del porqué estaba más compactado el piso no se hizo esperar mucho...
Al doblar una curva, vimos una gran explanada a modo de campamento base con una apisonadora y un camión volquete. Los conductores de ambos vehículos hablaban animosamente, cómo si no tuviesen nada que hacer...

Ni que decir tiene que no sé islandés, pero lo que sí que os puedo decir es que me acordé de toda su familia en un perfecto castellano...

La nueva carretera nos parecía una verdadera autopista, y la tensión fue disminuyendo considerablemente...
Llegamos de nuevo al lugar del gigante de los acantilados, y decidimos que era un buen sitio para comer, descansar y pasear viendo el mar y los miles de pájaros que anidaban por allí...

Por la tarde, decidimos salir de allí, y conducir lo más cercano posible a la carretera “1”, de modo que no se retrasase la salida del día siguiente.

La salida de la península fue muy emocionante, ya que desde el coche nos sentíamos los protagonistas de la película “Los Pájaros” de Alfred Hitchcock.
Es imposible imaginar a qué poca distancia del parabrisas te pasan los pájaros, y las veces que tocas el freno para evitar el impacto con varios de ellos...

A uno y otro lado de la carretera descubres que alguien no tuvo la misma suerte que tú, y los cadáveres de varios pájaros se juntaban con restos de cristales de faros o ventanillas...
Por si le interesa a alguien, decir que tomamos la carretera 54 en dirección a la carretera “1”, y de nuevo tuvimos que sufrir algo más de 60 Kilómetros de carretera en malas condiciones... Que conste que los datos aportados no son al azar, ya que, cómo buenos viajeros, anotábamos todas estas incidencias en nuestro cuaderno de bitácora, del cual os estamos haciendo resumen en estas páginas.

Cuando la noche se nos echaba encima, decidimos parar y seguir al día siguiente...

El lugar elegido para dormir fue Budardalur.

No os podemos contar demasiado de este pueblo, ya que no se encuentra ni en la Wikipedia. Sólo deciros de él que en islandés se escribe Búðardalur, que se asienta al borde del mar, que el anochecer fue muy bonito y que después comenzó a llover sin descanso durante toda la noche.

Llovió tanto que creí ver a Noé y a su arca pasando delante de mi, pero seguramente fue un sueño... ¿o no?

Un saludo,

El equipo de ViajarWeb.

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